jueves, 1 de abril de 2010

Estambul


Después de trasnochar debido a aquella marcha inédita en el Marilyn, cogimos el avión con destino al Aeropuerto Sabina Gökçen en la parte asiática de Estambul, allí cogimos una guagua clandestina que nos llevó hasta el centro de la antigua Constantinopla. No conocíamos la calle del hostal y de no ser por la hospitalidad estambulí todavía estaríamos buscándolo. El hostal cubría plenamente los 8 euros pagados por noche, el único inconveniente - o no - era que nuestra habitación estaba junto al Bar de la azotea, algo que nos impidió dormir mucho durante nuestra estancia. 
Santa Sofía, la Mezquita Azul, la cisterna basílica, la mezquita de Suleimán, la mezquita nueva, el barrio de galata, la plaza de taksim, el paseo en barco por el bósforo, el cuerno de oro, el palazio Topkapi con su increible harem, los barrio de pescadores en las orillas del Marmara, las islas Príncipe, el gran Bazar, el bazar de las especias, los cementerios colocados al azar por toda la ciudad en los que suele haber un puesto para fumar nargile, los kebap, los dulces turcos con pistacho, la fiesta, los estambulies, y el aroma que desprende una de las ciudades con más historia y personalidad consiguió regalarnos un viaje increible lleno de historias y anecdotas que ya os contaré. Casí una semana después volvemos a Roma con la maleta llena y las tarjetas de las cámaras de fotos a reventar, con esa sensación tan peculiar del Erasmus en la que empiezas a darte cuanta de que el tiempo va más rápido de lo que parece.

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